lunes, 22 de junio de 2015

EL ETERNO AHORA DE LA FILOSOFÍA HINDÚ

EL AHORA ETERNO DE LA FILOSOFÍA HINDÚ

En uno de sus libros, Wundt llama la atención sobre el hecho de que nuestros blasonados cinco órganos de los sentidos son meramente tentáculos por medio de los cuales tocamos el mundo alrededor de nosotros.

Vivimos por el "tacto": a tientas.

Jamás vemos nada.

Siempre andamos a tientas en procura de todo.

Con la ayuda del telescopio, del telégrafo, del teléfono, tal vez alargamos nuestros tentáculos, por decirlo así, pero no empezamos a ver.

Decir que vemos sería posible sólo si conociéramos el pasado y el presente.

Pero no vemos y, en consecuencia, nunca podremos convencernos de la existencia de lo que no podemos sentir.

Aquí tenemos la razón de por qué consideramos como realmente existente sólo el círculo que nuestros tentáculos pueden asir en un momento dado.

Más allá de este círculo hay solamente oscuridad e inexistencia.

Pero, ¿tenemos derecho a pensar de este modo?

'Imagínese una consciencia que no esté limitada por las condiciones de la percepción de los sentidos.

Tal consciencia puede elevarse por encima del plano en el que nos movemos; puede ver mucho más allá de los límites del círculo iluminado por nuestra consciencia ordinaria; puede ver que no sólo existe la línea a lo largo de la cual nos movemos, sino también todas las otras líneas perpendiculares a ella que ahora cruzamos, o hemos cruzado antes, o cruzaremos más tarde.

Elevándose por encima del plano esta consciencia podrá ver el plano, asegurarse de que es realmente un plano y no solamente una línea.

Entonces, podrá ver el pasado y el futuro que están juntos y existen simultáneamente.

La consciencia que no está limitada por las condiciones de la percepción de los sentidos puede adelantarse a un viajero, escalar una colina, y ver desde la distancia la ciudad hacia la cual aquél se dirige.

Podrá convencerse de que esta ciudad no está siendo construida de nuevo para cuando aquél llegue, sino que ya existe por si misma, muy independientemente de él.

Podrá mirar hacia atrás y ver en el horizonte las torres de la ciudad que el viajero abandonó, y convencerse de que las torres no se derrumbaron, que la ciudad continúa en pie y viva como lo estaba y vivía antes de la llegada del viajero.

Tal consciencia puede elevarse por encima del plano del tiempo y ver la primavera detrás y el otoño delante, ver simultáneamente las flores que se desarrollan y el fruto que madura.

Puede curar al ciego de su ceguera y hacerle ver el camino que recorrió y el que tiene delante.

El pasado y el futuro no pueden ser inexistentes, pues, si no existen, tampoco existe el presente.

Deben existir juntos en algún sitio, sólo que no los vemos.

El presente, como opuesto al pasado y al futuro, es la más irreal de todas las irrealidades.

Debemos admitir que el pasado, el presente y el futuro no difieren entre sí de modo alguno, que la única cosa que existe es el presente: el “Ahora Eterno” de la filosofía Hindú.

Pero no lo vemos, porque en cualquier momento dado sólo estamos conscientes de un pequeño fragmento de este presente; este fragmento lo consideramos como realmente existente, y negamos existencia real a todo lo demás.

Una vez que aceptemos esto, nuestra visión concerniente a todo lo que nos rodea deberá experimentar un gran cambio.

Habitualmente, consideramos al tiempo como una abstracción hecha por nosotros cuando observamos el movimiento existente; es decir, creemos que al observar el movimiento o los cambios en las relaciones entre las cosas, y comparar las relaciones que existían antes, que existen ahora y que pueden existir en el futuro, desarrollamos la idea del tiempo.

Ouspensky


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