miércoles, 3 de junio de 2015

EL PRIMER PASO HACIA LA COGNICION

EL PRIMER PASO HACIA LA COGNICIÓN
Por: Ouspensky

La cosa más difícil es saber lo que sabemos y lo que no sabemos.

Por tanto, si deseamos saber algo, debemos primero que todo establecer qué aceptamos como datos, y qué consideramos que exige definición y prueba, o sea, debemos determinar qué sabemos ya, y qué deseamos saber.

En relación con nuestra cognición del mundo y de nosotros mismos, las condiciones serían ideales si fuera posible no aceptar nada como datos y considerar que todo exige definición y prueba.

En otras palabras, sería mejor suponer que no sabemos nada, y tomar esto como nuestro punto de partida.

Por desgracia, sin embargo, es imposible crear tales condiciones.

Algo ha de tenerse como base, algo debe aceptarse como conocido; de lo contrario, estaremos constantemente obligados a definir una incógnita por medio de otra.

Por otro lado, debemos cuidarnos de aceptar como conocidas — como datos— cosas que en realidad, son completamente desconocidas y meramente presupuestas: los que se buscan.

Esta perfectamente claro que es imposible aceptar la cosa buscada como la cosa conocida; y que no podemos definir una incógnita por medio de otra incógnita.

La materia es aquello en lo que tienen lugar los cambios llamados movimiento: y el movimiento son aquellos cambios que tienen lugar en la materia.

Sabemos que, desde el primer paso mismo hacia la cognición, un hombre es sorprendido por dos hechos evidentes:

La existencia del mundo en que vive; y la existencia de la consciencia en él mismo.

No podrá probar ni refutar una ni otra, pero ambas son hechos para él, son realidad.

Uno puede especular acerca de la relación mutua de estos dos hechos.

Uno puede intentar reducirlos a uno solo, o sea, a considerar al mundo psicológico o interior como una parte, o una función, o un reflejo del mundo externo, o contemplar al mundo externo como una parte, o una función, o un reflejo del mundo interno.

Pero esto significaría una digresión de los hechos, y todos esos conceptos no serían evidentes para una visión corriente, no especulativa, del mundo y de uno mismo.

Por el contrario, el único hecho que sigue siendo evidente de por sí es la antítesis de nuestra vida interior y del mundo externo.

Volveremos más tarde a esta proposición fundamental.

Pero entretanto, no tenemos motivos para argumentar contra el hecho evidente de nuestra propia existencia — o sea, la existencia de nuestra vida interior— y la existencia del mundo externo en que vivimos.

En consecuencia, esto debemos aceptarlo como datos.

Pero esto es todo lo que tenemos derecho a aceptar como datos.

Todo el resto exige prueba de su existencia y definición sobre la base de estos dos datos que ya poseemos.

El resultado directo de estos dos datos fundamentales — la existencia en nosotros de una vida psicológica, o sea, sensaciones, representaciones, conceptos, pensamientos, sentimientos, deseos, etc., y la existencia del mundo fuera de nosotros— es una división de todo lo que conocemos en subjetivo y objetivo, una división perfectamente clara para nuestra percepción ordinaria.

A todo lo que consideramos propiedades del mundo lo llamamos objetivo, y a todo lo que consideramos propiedades de nuestra vida interior, lo llamamos subjetivo.

Al mundo subjetivo lo percibimos directamente: está en nosotros; somos uno solo con él.

Al mundo objetivo nos lo representamos como existiendo fuera de nosotros, por así decirlo aparte de nosotros, y lo consideramos exacta o aproximadamente tal como lo vemos.

Nosotros y él somos cosas diferentes.

Nos parece que si cerramos los ojos, el mundo objetivo continuará existiendo, tal como lo vemos, y que, si fuera a desaparecer nuestra vida interior, nuestro mundo subjetivo, el mundo objetivo seguiría existiendo como existía cuando nosotros, con nuestro mundo subjetivo, no estábamos allí.

Nuestra relación con el mundo objetivo es definida muy claramente por el hecho de que lo percibimos como existiendo en el tiempo y en el espacio y no podemos percibirlo o representárnoslo aparte de estas condiciones.

Habitualmente, decimos que el mundo objetivo consiste en cosas y fenómenos, o sea, en cosas y cambios en el estado de las cosas.

Un fenómeno existe para nosotros en el tiempo, una cosa existe en el espacio.

Pero tal división del mundo en subjetivo y objetivo no nos satisface.

Por medio del razonamiento podemos establecer que, en realidad, sólo conocemos nuestras sensaciones, representaciones y conceptos, y que percibimos el mundo objetivo proyectando fuera de nosotros las presumidas causas de nuestras sensaciones.

Además, hallamos que nuestra cognición del mundo subjetivo y del objetivo puede ser verdadera o falsa, correcta o incorrecta.

El criterio para determinar lo correcto o incorrecto de nuestra cognición del mundo subjetivo es la forma de la relación de una sensación con las otras, y la fuerza y el carácter de la sensación misma.

En otras palabras, lo correcto de una sensación es verificada comparándola con otra de la que estamos más seguros, o mediante la intensidad y el gusto de una sensación dada.

El criterio para determinar lo correcto o incorrecto de nuestra cognición del mundo objetivo es exactamente el mismo.

Nos parece que definimos las cosas y los fenómenos del mundo objetivo por medio de comparación de uno con otro; e imaginamos que descubrimos las leyes de su existencia aparte de nosotros y de nuestra cognición de ellas.

Pero esto es una ilusión.

Nada sabemos de las cosas separadamente de nosotros; y no tenemos medios para verificar lo correcto o incorrecto de nuestra cognición del mundo objetivo aparte de las sensaciones.

Desde la más remota antigüedad, la cuestión de nuestra relación con las causas verdaderas de nuestras sensaciones ha sido el tema principal de la investigación filosófica.

Los hombres pensaron siempre que debían hallar alguna solución a esta cuestión, alguna respuesta a ella.

KANT estableció que nuestras sensaciones deben tener causas en el mundo externo, pero que somos incapaces, y nunca seremos capaces, de percibir estas causas por medios sensoriales, o sea, por los medios que nos sirven para percibir los fenómenos.

KANT estableció el hecho de que todo lo que los sentidos perciben es percibido en el tiempo y el espacio, y que fuera del tiempo y del espacio nada podemos percibir a través de los sentidos, que tiempo y espacio son las condiciones necesarias de la percepción sensorial (o sea, la percepción por medio de los órganos de los sentidos).

Y, sobre todo, KANT,  estableció el hecho de que la extensión en el espacio y la existencia en el tiempo no son propiedades de las cosas — Inherentes a ellas — sino meramente propiedades de nuestra percepción sensorial.

Esto significa que, en realidad, aparte de nuestra percepción sensorial de ellas, las cosas existen independientemente del tiempo y del espacio; pero nunca podemos SENTIRLAS fuera del tiempo y del espacio, y el hecho mismo de percibir las cosas y los fenómenos a través de los sentidos LES IMPONE las condiciones del tiempo y del espacio, PUESTO QUE ÉSTA ES NUESTRA FORMA DE REPRESENTACIÓN.

Así, DETERMINANDO TODO lo que conocemos a través de nuestros sentidos en términos de espacio y tiempo, ellos mismos son sólo formas de nuestra percepción, categorías de nuestra razón, el prisma a través del cual miramos al mundo.

En otras palabras, espacio y tiempo no son propiedades del mundo, sino meramente propiedades de nuestra percepción del mundo por medio de los órganos de los sentidos.

Consiguientemente, el mundo, considerado aparte de nuestra percepción de él, no tiene extensión en el espacio ni existencia en el tiempo.

Somos nosotros lo que lo investimos con estas propiedades cuando lo sentimos y percibimos.

Las representaciones del espacio y del tiempo surgen en nuestra mente en su contacto con el mundo externo a través de los órganos de los sentidos, y no existen en el mundo externo aparte de nuestro contacto con él.

Espacio y tiempo son categorías de nuestra razón, o sea, propiedades que atribuimos al mundo externo. Sólo son carteles, hitos, erigidos por nosotros, pues sin ellos no podemos visualizar al mundo externo. Son gráficos por medio de los cuales nos representamos al mundo.

Proyectando fuera de nosotros las causas de nuestras sensaciones, construimos estas causas en el espacio, y visualizamos la realidad continua en la forma de una serie de momentos consecutivos del tiempo.

Ouspensky



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